El vacío está lleno
de angustia irrespirable.
Es el monstruo supremo
el abismo infinito
donde habitan los demonios del pensamiento.
Aquí viene,
enrabietado, furioso.
El niño de entonces
siente su amenaza
y su miedo crece y crece.
Se queda inmóvil, frío
lleno del terror del desamparo
anhelando el orondo vientre de la madre.
Es el gran vértigo del miedo
a estar completamente solo
a ser culpable para siempre
y sufrir eternamente
la condena de no ser amado.
Entro en el furibundo vacío
hasta las raíces.
Y no muero.
Sigo respirando.
Aguanto con coraje
en un silencio fértil,
germinante, creador.
Y permanezco así
en la eternidad del instante
en la inmensidad del amor
tomado de la mano del vacío.
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