martes, 27 de febrero de 2018

Meditación


Pongo la atención
en el vaivén de la respiración
como si escuchara
las incesantes olas del mar
el palpitante golpear
del océano de mi corazón.
Por el cielo de mi mente
pasan nubes de pensamientos.
Noto un ligero picor en un ojo
que me resulta molesto.
Siento la lengua en la caverna de la boca
me fijo en los dientes ligeramente apretados
y relajo la mandíbula
y de paso mi espalda erecta
mis brazos y mis piernas.

Me sorprende la ilusión
de estar flotando en el vacío
como si mi cuerpo
hubiera dejado de existir
y mi alma,
su misteriosa y recóndita habitante,
se conectara conmigo.

Resulta que el universo insondable
tiene latidos
parecidos a los míos.
Mi alma tiende a ser olvido
del conocimiento
a desprenderse de toda angustia
y de toda esperanza.

Permanezco en el silencio
hasta que descubro que de nuevo
vuelvo a sentir mis manos
que se despiden
con una reverencia
y puedo sentir como una suave caricia
la bendición del amor.

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