jueves, 30 de septiembre de 2010

Pula


Visitamos en primer lugar el famoso Coliseo romano. Bastante bien conservado. Nos sentamos un buen rato en sus gradas, como antaño los espectadores de las luchas de gladiadores. Parece que en la actualidad se celebran aquí espectáculos menos sangrientos. Mejor exaltar el espíritu.
Bajamos al casco antiguo y encontramos el viejo foro. Está anocheciendo. Templo de Augusto. ¡Qué hermosura! El lugar es perfecto para sentarse en una terracita. Descubrimos que una de ellas pertenece a una enoteca. Nos vamos de cabeza.
Cata de vinos de Istria. Seis vinos diferentes, tres blancos y tres tintos. Nos orienta el camarero. Muy amable. Al final viene a charlar un rato sobre vinos. Nos pregunta cuál nos ha gustado más. De los blancos, el Malvazija Coronica, de sabor intenso y aterciopelado. De los tintos, el Teran Franc Armach, del 2006. Seis meses en barrica. Sabor a cuero, setas y tierra húmeda. Nos llevamos una botella de cada uno.
Salimos de la enoteca un pelin mareados (un pelín "kovac") Esta vez, yo, un pelín y Jezabel bastante kovac. Nos reímos muchísimo cada vez que se le traba la lengua.
Vuelta al hotel. Risas y más risas. Jezabel tiene unas equivocaciones graciosísimas. Insiste en subir al cuarto piso apretando el botón del cero en el ascensor. Nos partimos de risa.
Cae en la cama fulminada.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Sibenik


Sibenik. Después de pasear por las callejuelas del casco antiguo cenamos en el restaurante Tinel, en una terracita elevada sobre una plazuela bastante tranquila. Casas de piedra a nuestro alrededor. La luna, casi llena, acompañándonos. Según nuestra guía, "este restaurante ofrece una de las mejores experiencias culinarias de la ciudad". Y efectivamente, la cena está riquísima. La acompañamos, además, con una botella de vino Malvazija istrio. De postre crepes de chocolate negro fundido y para terminar, un chupito de Pelinkovac, un licorcito dulce, aunque con un regusto amargo.
Estamos un "pelín Kovac", bromeamos. Jezabel está un pelín, yo estoy bastante kovac.
El camarero es simpatiquísimo. Nos apunta el nombre del licor y me ofrece un poco de otro licor más dulce, Orahovac. Muy rico.
El camarero charla con los clientes de otra mesa. Al poco, se va y vuelve con una guitarra. Canta canciones tradicionales, suponemos. Las dos parejas le acompañan, sobre todo los dos hombres, que cantan animadamente. Tienen voces bonitas. Nos ofrecen una pequeña serenata nocturna. ¡Qué bonito!
Será un día feliz para el recuerdo. Nos despedidos de él. Gracias.


Cierro los ojos
y veo el mar.
Apenas me queda
un hilo de conciencia.
Barcos
que surcan
el azul.
Gaviotas.
Azul
del cielo.
Nuestro puente.
Nosotros,
apenas dibujados
en él.
Nos damos
un beso
largo...
Con esta
última
imagen
me duermo.
Fundido
en azul.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Dubrovnik


Miércoles, 25 de agosto. Dubrovnik. Hacia las ocho y media de la mañana, hemos llegado al puente que hay a la entrada de la ciudad. Las vistas son magníficas. Islas muy verdes y un mar muy azul.
Dejamos el coche en el aparcamiento, junto al mirador. A pesar de ser temprano llegan varios autocares con turistas. Todos bajan cámara en ristre. Afortunadamente a ninguno se le ocurre cruzar el largo puente andando. Somos los únicos.
Lo recorremos lentamente, casi hasta el otro lado. Estamos un rato en silencio, contemplando el mar. El paisaje trasmite una extraña energía. Nos abrazamos. Regresamos hasta la mitad del puente.
Miramos los barcos que salen de Dubrovnik y se encaminan entre las islas a mar abierto. Es hermoso ver como avanzan lentamente dejando una estela de ondas a su paso.
Tiernas palabras de amor. Nos decimos cuánto nos queremos. Nos abrazamos intensamente. Nos besamos. Volvemos a contemplar el mar, largo rato...

Nos vamos a Dubrovnik. Es impresionante. Entramos cogidos de la mano, boquiabiertos.
Desayuno por todo lo alto en el Stradun, la calle principal que divide el casco antiguo de Dubrovnik. Paseo. Siento ternura y mucha paz.


El porvenir está
en un puente de Croacia.
La Naturaleza
se viste de gala.
Caricias del sol
y el viento.
Besos de las flores,
abrazos de los árboles,
y el río, viajero,
llegando al mar,
atravesando
nuestro destino.
Felicidad
de la unión.


miércoles, 22 de septiembre de 2010

Islas


Regalo del mar.
Las islas no lo saben,
pero han nacido
para ser el sueño
de los hombres.
Milenarias,
invitan a vivir
breve,
eternamente
en ellas.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Isla de Vis II


Volvemos a la ciudad de Vis, que da nombre a la isla. Paseamos a lo largo del puerto y las callejuelas junto a la bahía en forma de herradura. Anochece. Muchos veleros y yates con gente de fiesta. Recorrer las islas y la costa del Adriático en barco debe ser maravilloso. Quién tuviera dinero para permitirse el lujo.
Nos asombra que en algunos yates haya grupos de jóvenes pasándoselo en grande. ¿Será de alguno de ellos el barco? ¿De sus padres? ¿Lo habrán alquilado entre todos? Afortunados, en cualquier caso. Pero no siento envidia. Yo también me siento afortunado. Simplemente, la vida me hace otros regalos. Y no menos envidiables.
Entramos en una vinoteca a probar los famosos vinos de la isla. Tomamos un tinto del 2005, uva Plavac, seis meses en barrica. Un cierto recuerdo a pasas y a tostados. Muy rico. También catamos un blanco, Vugaba. Rico, pero me gusta más e tinto.
Cenamos en una terracita del barrio de Kut, al sureste de la bahía, frente al puerto. Es más tranquilo que la parte noroeste, Luka. Dorada a la brasa y arroz negro con calamares. Vino blanco Vugaba. Menos rico que el de la vinoteca, pero también bueno. Un placer.
Paseo de regreso por el puerto, dejando en la noche, el rastro de nuetra dicha.



jueves, 16 de septiembre de 2010

Isla de Vis


Rukavac, una pequeñísima población costera frente a la isla deshabitada de Ravnik. Cerveza Karlovacko en una terraza con maravillosas vistas al mar. Veleros. Bañistas.
Jezabel lectora. Yo, escritor. El agua del mar, cristalina, azul con irisaciones. Está absolutamente en calma. Apenas leves ondulaciones como si fuera un inmenso lago. Tan tranquilas que parece que podría andarse sobre ellas. Inmenso campo azul cuajado de islotes.
Besos de Jezabel. Sus "te quiero" y mis "te quiero". Y el mar azul. Todo perfecto.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Split


Esperando para coger el ferry a la isla de Vis. Ocho y media de la mañana.
Anoche disfrutamos mucho en Split. Después de subir por la empinada calle Seniska, llegamos a un mirador en el que había una terraza con unas vistas magníficas de la ciudad. Tras unas fotos nocturnas, nos acomodamos en un sofá con unas cervezas. Buena música de jazz.
Pegados el uno al otro, abrazándonos. Nos sentimos muy a gusto. Contemplar la excelente vista de la ciudad produce relax. Disfrutamos de esta paz un buen rato.
Después de cenar volvemos al palacio de Diocleciano, el corazón de la ciudad. Ruinas del antiguo palacio del emperazdor, convertidas hoy en ciudad habitada. Con toda naturalidad, los habitantes de la ciudad viven dentro de lo que fue un inmenso pacacio. Fascina el contraste: viviendas con sus tendederos llenos de ropa, bares, restaurantes, negocios... junto a las más excelsas ruinas.
La plaza del peristilo ha sido tomada por un café-restaurante. Las escaleras que rodean el atrio sirven de curiosa terraza. En mitad del atrio se celebra un concierto. Música muy agradable. Nos sentamos y pedimos algo de beber. Apoyo la espalda en una enorme columna.
Este viaje me está ofreciendo muchos regalos. Este momento es uno de los más hermosos. Tiene algo mágico. Éste seía un momento perfecto para que el tiempo se detuviera para siempre.
El día de mi muerte intentaré volver a este lugar, a este momento, con la presencia de Jezabel en mi mente y en mi corazón. Así, la eternidad.
Ya hemos embarcado. Desde popa vemos alejarse la ciudad. Nos siguen las gaviotas.



Split se aleja.
¡Ay! El palacio.
El mar
envolviéndonos.
Viajamos hacia la isla
de Vis.
También
hacia la muerte.
Algún día
recordaré intensamente
el palacio de Split.
Cuando llegue el momento.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Zadar II


Toda la mañana paseando por Zadar. Callejuelas, casas antiguas, edificios históricos. También un mercadillo de frutas, verduras, flores, quesos, miel...
De vez en cuando, una terracita a la sombra para refrescarnos del calor sofocante.
Cuando ya estábamos cansados y pensando en marcharnos, nos acordamos de pronto de que aún no hemos visitado el "órgano del mar". Son unas escaleras de piedra huecas que descienden al mar, con un sistema de tubos y silbatos que emiten sonidos como de órgano, con el movimiento del oleaje.
Nos sentamos en las escaleras a escuchar. Suena maraviloso. Las olas interpretan la melodía del mar. Cierro los ojos y me inunda una sensación de irrealidad. Es la poesía del mar que me envuelve y me trasporta a un universo de fantasía. Ensoñaciones.


http://www.youtube.com/watch?v=4nISG7iBk-A&feature=related

domingo, 12 de septiembre de 2010

Zadar


Paseo por el casco antiguo de zadar. Mercadillo.
Cena en una terraza junto al muelle. Pececillos fritos y arroz negro con sepia. Todo muy rico.
Paseo nocturno. Hago muchas fotos junto a la estatua de bronce de un viejo con una caracola. Exposiciones largas, mientras la gente posa junto a la estatua para hacer sus propias fotos. Vienen y se van mientras el obturador está abierto. Fotos curiosas. En agunas, efecto fantasmal.
El viejo contempla, triste, su caracola. La gente sonrie alegre mientras posa para la fotografía, sin importarle su tristeza. Quizá piense en su infancia, cuando escuchaba el ulular del mar acercándose una caracola al oído. Ya nunca podrá volver a ser ese niño inocente. Melancolía.
Es tarde. Nos marchamos. El viejo de la mirada fija en una caracola se queda con sus recuerdos.





jueves, 9 de septiembre de 2010

Parque Natural de Plitvicka Jezera


Lo primero que llama la atención en el parque Natural de Plitvicka es el color del agua de sus lagos. Es un azul turquesa intenso. El agua es límpida, pura, como si fuera salida del manantial. Corre por cientos de cascadas de todos los tamaños. Canta.
A veces hay árboles caídos dentro del agua con aspecto de barco hundido hace mucho tiempo. Como el agua es cristalina, se les ve silenciosos, viviendo una segunda vida submarina.
Peces en todas las orillas. Muy tranquilos. Parecen esperar pacientemente a que alquien les eche las migajas del almuerzo. De vez en cuando, alguien lo hace y ellos se arremolinan y las devoran. No puedo resistir la tentación de echarles, yo también, unos trocitos de galleta. Ver el efecto, me produce una alegría infantil.
Al final del recorrido, la gran cascada. El agua se pulveriza a sus pies. Frescor. Uno se pondría debajo para recibir una impresionante ducha. En cualquier caso, ver caer el agua desde tan alto y escuchar su golpe es bastante impresionante.
Bosques de hayas a todo alrededor. Los árboles invitan a pasar a su fiesta silenciosa.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Zagreb II


Las calles del casco antiguo de Zagreb están llenas de terrazas. Esta es la ciudad de las terrazas. La gente se sienta cómodamente y se toma cualquier cosa durante horas. Todos los restaurantes, bares y cafés tienen terrazas y nadie te mete prisa cuando te sientas a contemplar cómo la ciudad respira. Hay muchos turistas y el ambiente resulta cosmopolita. La gente es amable. La ciudad es limpia y cómoda.
Hemos comido y cenado, cómo no, en terrazas, además de sentarnos en alguna otra para tomar algo y descansar. La cena, en un lugar encantador. Jezabel se reía cuando le decía que estaba guapísima, en el marco perfecto. Tras ella la plaza del mercado, la torre de una iglesia, de esas tan características de la ciudad, y la luna.



En la memoria,
ya para siempre,
Jezabel enmarcada
por Zagreb.
Luces nocturnas
de la ciudad,
luz de luna...
Y la tierra
girando
cuando nos cogíamos
de la mano.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Zagreb


Restaurante dálmata muy acogedor. El camarero es muy simpático. Nos ofrece comida típica: ranas, caracoles, anguilas... "¡Arggg!" exclama Jezabel. "¿Coméis eso?" "Sí. Está muy rico" responde, sonriente, el camarero.
Pedimos dos platos típicos con distintos tipos de carnes, verduritas y patatas. También unas bolas de pan frito, como buñuelos, servidas con queso fresco. Todo riquísimo. El vino, agradable.
Enciendo la vela de la mesa que está apagada. Como es mi cumpleaños, la soplo y pido un deseo: que estemos juntos y felices el resto de nuestra vida. Me dice que no lo diga en alto, para que se cumpla. Pero no dice nada de que no lo pueda escribir. Yo creo que dejándolo escrito aquí se cumplirá. Las palabras escritas tienen más fuerza y nunca se pueden olvidar.
Después de la cena, paseo cortito por Zagreb. Estamos cansados.
Reímos. Me encanta ver feliz a Jezabel.
Edificios inmensos con iluminación nocturna que hablan de las viejas glorias de la ciudad. Sueños.


A nuestros pies
Zagreb,
en la madrugada.
El paisaje de sus calles,
su Historia,
el tiempo invisble.
Los sueños flotan.
El mío,
en este lugar del mundo,
te contiene.
Seremos felices
en Zagreb.


(De Nuevos poemas)