domingo, 24 de abril de 2011

No soy Séneca


Séneca había sobrevivido
milagrosamente hasta la vejez
a todas las conjuras
e intrigas de los césares,
sus mujeres y familiares,
senadores, cónsules y pretores
y a toda la máquina del poder imperial
que aplastaba inmisericorde
a quien caía ante ella.
Pero finalmente
es condenado a muerte
y ni siquiera puede hacer testamento
porque todos los bienes de alguien
que es acusado de traición
son confiscados.
Se le permite, sin embargo,
darse muerte a sí mismo
cortándose las venas en una bañera
de agua caliente
o envenenado con cicuta.
Es hora de poner en práctica
por última vez
el estoicismo que ha predicado
a lo largo de su vida
y en sus obras.
Sin toga, ni brazaletes de oro,
desnudo,
con los cabellos blancos en desorden,
entra en el agua, triste,
lamentando, no su desgracia,
sino la de su esposa
y todos los familiares
que caerán con él.
El cuchillo abre sus viejas venas
y el agua comienza a teñirse de rojo.
Por su mente
pasan escenas de verano
al sur de Italia, en Alejandría
o en su amada Hispania.
Orgulloso, como un héroe,
espera a la inquietante muerte
que aún tarda en presentarse.
Por fin,
se duerme profundamente
y muere.

No soy Séneca
ni jamás alcanzaré su gloria
eterna.
Cuando llegue el momento,
tendré que morir
a mi manera.
Espero, al menos,
tener el mismo aplomo.

viernes, 15 de abril de 2011

Divorcio


Teníamos entonces treinta y tres años,
la edad de Cristo, dicen,
y no es que quiera compararme,
Dios me libre,
pero nosotros también sufrimos
nuestro calvario.
El mundo, después de aquello,
tuvo un antes y un después.

Aunque tengo tendencia a olvidarlo,
ahora me doy cuenta
de todo el daño que te hice
y que nos hicimos.
Espero que recordarlo no vuelva
a hacerte daño
porque son muchos años ya
intentando superarlo.
El tiempo no parece ayudar mucho.
Callándonos tampoco vamos a lograrlo.
Yo creo que no hice bien el duelo
por aquel fracaso.
Me fui para intentar ser feliz.
Ya no lo era
y no pude quedarme más.
Lo siento mucho…
Pero quiero que sepas que lo fui.
Fui feliz a tu lado.
Me diste mucho y lo agradezco.
Y nuestro amor de entonces
produjo también un milagro:
dos hijos que te honran
queriéndote
y pareciéndose a ti.
Has sido y sigues siendo
una buena madre.
Lo sé. Y también por eso
te doy las gracias.

La vida empuja y continúa,
no hay más remedio,
y ahora soy feliz.
Ojalá que tú también lo seas.
Te guardo un buen lugar
en mi corazón.
Y recuerda, que en nuestros hijos,
seguimos para siempre
unidos.

martes, 12 de abril de 2011

Guerra Civil

Cuando murió mi padre
quise saber algo más de mi abuelo,
el republicano, que luchó en la Guerra Civil.
Murió junto a un granado
por no ponerse a cubierto.
O sea, que en realidad, murió de hambre.
Mi padre no hablaba de él
quizás porque lo conoció muy poco
o porque era demasiado grande su dolor.
De lo que sí hablaba era del hambre
que les hacia pasar el segundo marido de su madre.

Llegaba tarde de la taberna
pero había que esperarle
para poder comer algo
porque tenía la alacena cerrada con llave.
Mi padre lo odiaba.
Es probable que también guardara rencor
a su padre por haberse ido a la guerra
y haberse dejado matar.

En cambio, cuando descubrí
que mi abuelo se había alistado voluntario
el mismo día que estalló el conflicto
para defender Madrid y la República
se convirtió para mí en un héroe.

Murió casi al final de la guerra
comiéndose una granada,
alcanzado por algún francotirador.
Así se libró de la derrota
y seguramente de la feroz represión.
No sé si mereció la pena
tanto dolor y sacrificio,
pero yo me siento orgulloso de él
y, probablemente, él se sentiría orgulloso de mí.

miércoles, 6 de abril de 2011

Día de campo


Alguna vez recordaré
este día de invierno,
bello y tranquilo,
en esta casa de campo,
y me vendrán a la memoria
la imagen del amanecer
entrando por la ventana,
el sonido de las esquilas de las ovejas
y el canto del gallo
que no te despertaba,
la sensación agradable
de la lluvia fina en la cara
al salir de la casa,
el placer infantil de pisar los charcos
con las botas de agua,
el latido desbocado
del corazón de los corderos
que había que destetar,
el sabor intenso del queso curado
o simplemente tú y yo
leyendo en el sofá frente a la chimenea.
Alguna vez recordaré,
este día tranquilo y bello,
y me bastará con llevarme
ese feliz recuerdo.

viernes, 1 de abril de 2011

Almáciga

He pasado toda la tarde en el huerto,
solo.
Es primavera
y el día ha sido soleado y agradable.
Todas las hortalizas están creciendo
muy rápidamente:
ajetes, cebollas, acelgas, lombardas,
rábanos, habas…
Pero lo que más me gusta ver crecer
son las escarolas.
Creo que esta tarde
he decidido ir al huerto
solo para saludarlas
y mimarlas un poco.
He quitado las malas hierbas
que crecían a su alrededor
y las he regado delicadamente.

Este invierno,
cuando tuve que permanecer
encerrado en casa
durante muchos días
por culpa del accidente,
planté semillas de escarola.
Cuando germinaron
y crecieron un poco
las separé una a una
y las planté en una almáciga.
Me entretuve durante horas y horas,
pacientemente,
colocando cada una en su casillero.
Permanecieron un par de meses
en la almáciga,
hasta que ya no cabían.
Cuando lo peor del invierno
ya había pasado
las llevé al huerto
y las transplanté.

Me he pasado toda la tarde
con el espinazo doblado
y ahora me duele un poco la espalda.
Por un momento he pensado
que tanto trabajo era una tontería.
Puedo comprar tantas verduras como quiera
en el mercado.
Y sin embargo,
con qué ilusión he visto crecer
mis escarolas.
Me doy cuenta
de lo feliz que me hace
algo tan sencillo.
Y pienso que ya va siendo hora
de volver a llenar de plantitas
la almáciga.