sábado, 12 de marzo de 2011

El unicornio


A veces sueño con el unicornio.
Sueño que quiero visitarlo
y que no encuentro el camino.
Sueño que me ha dejado pistas.
Al principio camino sin rumbo
como si ni siquiera supiera
lo que estoy buscando.
Al encontrar la primera
me siento súbitamente alegre.
¡El unicornio existe!
Busco una nueva pista.
Sé que puede estar en cualquier parte:
en los árboles delicados
que encierran un corazón,
en el cielo lleno de nubes gesticulantes,
entre las piedras limpias
que arrastró el río,
en una flor morada
que brota entre la nieve,
en el vuelo de un insecto
que no hace ni un leve sonido.
El mundo está lleno de pistas,
de instrucciones para encontrarlo.
Pero el unicornio no aparece.

Despierto en el silencio de la noche.
Salto de la cama.
Quiero escribir un poema.
Está gestándose en mi interior,
creciendo mágico y misterioso.
Cuando llega,
cuando encuentro las palabras
que justamente quería escribir
y logro acabarlo,
me siento alegre.
¡El unicornio existe!

sábado, 5 de marzo de 2011

El recital

Salgo con el disfraz de persona segura
que me puse hace muchos años
y que me sienta tan bien.
Creo que lo usé por primera vez
a los veintiún años.
Entones descubrí que llevándolo puesto
todos, y especialmente las mujeres,
me trataban mejor.
Nadie puede ver así
mi timidez.
Nadie se da cuenta
de que soy vulnerable.
El disfraz es tan bueno
que ni siquiera yo mismo
me doy cuenta de mis nervios,
de que tengo miedo.

Salgo al escenario
y recito con tranquilidad,
con naturalidad,
haciendo pausas
donde corresponden.
En ellas, puedo mirar al público
a los ojos, fijos en mí,
y notar su sorpresa
porque mis poemas
confesionales
parecen desnudarme ante ellos.
Ahí está toda la verdad sobre mí,
sin pudor.
Mi cuerpo desnudo
no miente.
Pero en mi fantasía,
yo me siento bien vestido,
seguro y querido.

martes, 1 de marzo de 2011

De la poesía


Domingo temprano
en la casa de campo de César.
Desde la cama
escucho los pájaros madrugadores,
como yo.
Con su piar incesante
rompen el silencio
de la mañana.
Intento volver a dormir
pero su festejo
invita a volar,
a salir fuera de la casa.
Escucho también al cachorro
que encontramos ayer
perdido o abandonado
en la carretera.
Está en la entrada,
deseando que alguien
salga por fin
a jugar con él.
Y ahora...
¿dormir, volar, jugar...
o seguir el impulso
de la poesía?