martes, 30 de noviembre de 2010

Viejos amigos


Sí, amigos,
ya vamos haciéndonos viejos.
Han pasado muchos años
desde que compartimos
aquel momento especial de nuestras vidas
que tanto nos unió.
Tiempos de colegio y facultad,
de fiestas y excursiones,
de grupos de teatro
donde fingimos ser mayores
(hoy fingimos ser más jóvenes),
tiempos de profundas conversaciones
sobre la hierba de algún parque,
de confidencias y de entrega…

Después de aquellos tiempos
el río de la vida
nos ha dejado como cantos rodados
en cualquier recodo.
A veces me apetece muchos veros
pero sólo os visito en la memoria.
Disculpadme la distancia,
no el olvido.
Nos veremos cualquier día,
aunque sea por pura coincidencia.

domingo, 28 de noviembre de 2010

El sueño



Al despertar esta mañana
he sentido vergüenza
por ser hombre.
Durante la noche,
en sueños,
he visitado una tierra muy pobre
pero hospitalaria.
Como regalo de bienvenida
me ofrecían mujeres.
Primero, mujeres extranjeras
muy hermosas.
Yo rechazaba el ofrecimiento.
Después, jóvenes púberes
que volví a rechazar.
Por último, no sabiendo ya
cómo complacerme,
me ofrecieron sus propias mujeres.
Al despertar y recordar lo soñado,
he sentido vergüenza.

Tratadas como objetos,
utilizadas como mercancías,
como botín de guerra,
casadas a la fuerza,
esclavizadas,
menospreciadas como a seres inferiores,
golpeadas,
violadas,
prostituidas,
asesinadas cruelmente…
Por los siglos de los siglos
sometidas a los hombres.
He pensado en las mujeres
y he sentido vergüenza de ser hombre.

Ahora, despierto,
sueño un mundo distinto
donde los hombres
no seremos nunca más
el infierno de las mujeres.

lunes, 22 de noviembre de 2010

El mundo huele


Convaleciente,
encerrado en casa
desde hace muchos días,
abro las ventanas
para tomar el aire.
Entra un fresco
y delicioso aroma
a cielo azul,
a parque,
a ciudad.
Me siento un prisionero.
Afuera,
el mundo huele
a vida.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Salto al vacío


Antes de saltar al vacío
pienso en la mañana del accidente.
Habíamos estado comprando semillas,
guantes y herramientas para trabajar en el huerto.
¡Qué expectativas de un día feliz!
¡Y de qué forma tan horrible acabó!
Mi globo ocular atravesado
por una pieza metálica de tres milímetros.
Recuerdo el instante de aturdimiento
tras el impacto.
Cómo apagué el motor de la desbrozadora,
la dejé en el suelo lentamente
y me volví hacia el grupo.
Alguien más debía haber pensado
que esa máquina traería alguna desgracia
porque oí que decían:
“ya está, ya ha pasado algo”.
Yo también lo había presentido
pero no le hice ningún caso a mi intuición.
Supuse que era una máquina peligrosa
pero que todo era correcto.
No le tuve miedo.
Mi ojo izquierdo aguardo tranquilamente
la desdicha.
Aguardó para probar su temple,
lo que era capaz de soportar,
las agujas, las pinzas, el bisturí
trabajando sobre él,
el cirujano
inclinado sobre mi cara,
arañando mi globo ocular,
inmóvil,
indefenso…

Antes de saltar al vacío
me concentro en mi respiración.
Me relajo.
Dejo que mi espíritu
vaya apaciguándose lentamente.
Neutralizo
todo lo que lo perturba.
Me invade la paz
y salto
al vacío del pensamiento.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Tarde o temprano



“Morir
es un arte, como todo.
Yo lo hago extraordinariamente bien.”
Sylvia Plath


A veces la muerte pasea con nosotros por el parque
a la espera de que la gruesa rama caiga sobre nuestras cabezas,
duerme a nuestro lado y sueña por nosotros con la nada,
se sube a nuestro coche y viaja atenta
a cualquier imprudencia, al más mínimo despiste.
¿Quién no ha sentido al filo de un acantilado su presencia,
su tacto húmedo y frío mientras nadaba contra las olas?
¿Quién no la ha visto entrar a su lado en el quirófano?
Tarde o temprano, la muerte triunfa,
porque siempre está cerca, aguardando
en cualquier cruce, en la escalera, en la bañera de tu casa
o en la puerta de un horno de gas.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Quirófano



“Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando…”


Elegí las Coplas a la muerte de su padre.
Un poema escrito hace cientos de años.
No recuerdo haberlo memorizado nunca
pero su ritmo es tan perfecto
como un mecanismo de relojería,
así que vive en mi cabeza
sólo porque lo he leído muchas veces.
Mis hombros y mi pecho
desnudos,
llenos de cables que me conectan
a una máquina,
un anestesista que busca
una vía de entrada por mis venas,
varios cirujanos,
¿es usted alérgico a algún medicamento?
luz intensa
como si el sol estuviera sobre mi cabeza.

“cuán presto se va el placer,
cómo después, de acordado,
da dolor,
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.”


Todo ha sido tan rápido,
tan inesperado,
que me resulta extraño
estar en un quirófano,
el alma despierta,
la mente
a punto de dormirse,
quizá para siempre.
Esa es la idea que pasa por mi cabeza
y elijo recitar las coplas
para mantener mi mente ocupada,
para tranquilizarme,
para serenarme,
para prepararme quizá
para un largo viaje,
porque presiento que la muerte
también se está preparando,
pendiente de mi ritmo cardiaco
y se ha puesto guantes quirúrgicos
por si también ella es necesaria.
Y mientras recito calladamente

“…Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago,
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago…”


siento unas manos femeninas,
cálidas y tiernas,
que me acarician la cara
y una voz dulce
me anuncia
que voy a quedarme dormido
y antes de llegar al final
de la copla,
entro suavemente en la bruma
de un sueño profundo
del que no sé si quiero
que alguien me saque
llamándome por mi nombre.