
Mi mundo era hermético.
Allí donde otros hablaban
sin miedo,
yo me quedaba callado.
No hay error en el silencio
pero hay frustración
y soledad.
Poco a poco,
muy despacio
y con dolor
me fui otorgando
el derecho a la palabra.
Superé la timidez
y pude, al fin,
ser reconocido
y amado.
Perdóname
si ahora hablo demasiado.