
Suena tu voz
en el contestador automático
pidiéndome
que deje un mensaje
después de oír la señal.
Estoy a punto de decirte
que ya han pasado cinco años,
que me acuerdo mucho de ti
y que hoy, por fin,
he reunido el valor para llamarte.
Y en lugar de eso,
igual que el día
de nuestra despedida,
me quedo callado
y no digo nada.