
A veces sueño con el unicornio.
Sueño que quiero visitarlo
y que no encuentro el camino.
Sueño que me ha dejado pistas.
Al principio camino sin rumbo
como si ni siquiera supiera
lo que estoy buscando.
Al encontrar la primera
me siento súbitamente alegre.
¡El unicornio existe!
Busco una nueva pista.
Sé que puede estar en cualquier parte:
en los árboles delicados
que encierran un corazón,
en el cielo lleno de nubes gesticulantes,
entre las piedras limpias
que arrastró el río,
en una flor morada
que brota entre la nieve,
en el vuelo de un insecto
que no hace ni un leve sonido.
El mundo está lleno de pistas,
de instrucciones para encontrarlo.
Pero el unicornio no aparece.
Despierto en el silencio de la noche.
Salto de la cama.
Quiero escribir un poema.
Está gestándose en mi interior,
creciendo mágico y misterioso.
Cuando llega,
cuando encuentro las palabras
que justamente quería escribir
y logro acabarlo,
me siento alegre.
¡El unicornio existe!