domingo, 7 de junio de 2015

Silla vacía


En la silla vacía
está sentado mi padre,
que está callado como un muerto
y me habla con el corazón
porque yo soy los dos.
Tengo en mis manos
las manos de mi padre,
sostengo el peso de su vacío.
Quiero compartir con él
mi pasado herido,
la pena, la angustia y el dolor
para poder atravesarlo.
Voy desplegando mi sufrimiento,
las quejas guardadas
inconscientemente durante años.
Siempre queda algo del dolor
de la infancia desgraciada,
como si no acabase de salir
toda la rabia callada del pasado.
El niño golpea el suelo
con sus pataleos
buscando su propio crecimiento
y cuando abre los ojos
ve el rostro del amor.
Hijo mío, alegra tu corazón dolorido,
dice el padre,
y habla con la sabiduría
del viejo patriarca venerable
que perdona con gusto
los golpes lanzados desde un pasado que él
ya había olvidado.

Finalmente,
mi padre, desde su silla vacía,
cumpliendo paternalmente mis deseos,
descansa su mano en mi cabeza inclinada
y me ofrece su bendición.

2 comentarios:

  1. Dos vidas, una existencia, casi el mismo rostro...
    Me emocionas, Juan. Abrazo.

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  2. Muchas gracias, amigo Gustavo. Un fuerte abrazo.

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