No hicimos el amor,
acariciamos lo imposible.
Imposible decir que fue mía
o que fui suyo
porque solo le pertenecíamos a la noche.
Solo existió el deseo
con su poder indomable
y su impaciencia
y la lucha de los cuerpos
en silencio.
Fuimos desnuda encarnación
de la pasión,
insólita victoria del placer,
acto de confianza
de no hacer nada
por consumar lo inalcanzable.
¡Muy bueno, Juan! Gracias por compartir.
ResponderEliminarGracias, Ana. Un abrazo y una sonrisa.
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