Al porvenir le encanta correr.
Es difícil de alcanzar
porque cambia de rumbo
velozmente.
Le gusta jugar con nosotros.
Nos observa y huye antes
de que hayamos llegado hasta él.
Un día nos deja acercarnos
y tenemos la ilusión
de haberlo atrapado.
Pero al porvenir le es imposible
dominar el impulso de escapar
y no nos queda más remedio
que aceptar que somos nosotros
los que estamos en sus manos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario