martes, 8 de septiembre de 2015

Sensación sentida


El aire fluye por mi cuerpo.
Siento su filo desnudo
deslizándose dentro de mí.
Llega una sensación de zozobra
o tal vez de extravío,
de sentirme perdido,
de no saber dónde estoy,
una vaga sensación
de ser arrastrado por las olas
como una medusa
que flota en el mar
o como nubes que pasan
y se disuelven.
Le doy tiempo,
que adquiera consistencia
y me envuelva
como la piel al cuerpo.
Aún no descubro su sentido
pero lo intuyo.

Mientras tanto,
me fijo en el proceso:
observo la sensación
como pinchada en la punta
de un alfiler.
Tiene caras diferentes.
Observo sus metamorfosis,
manchas inquietas y cambiantes.
“Mira lo que hago”, me dice.
“Yo no soy como tú.
No soy igual que tú”.

Y de pronto la angustia
se va transformando en dicha,
el placer de ser uno mismo,
sin la obligación de ser
para otros.
En ese instante feliz
se acaba el malestar,
encuentro el sosiego
y se lo agradezco.

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